Palabra de la Sra. Ester
Mes de Marzo
Cuando nos damos cuenta de que las
personas son atentas y cariñosas con nosotros, comenzamos a agradarnos de esa
persona. Notamos que nuestros padres se sacrifican para sustentarnos. Vemos, en
ese momento, el amor, cariño y dedicación de nuestra mamá. Ella es muy
importante para nosotros, pues nos ama y cuida de todo, haciendo nuestra
comida, y hasta arreglando la casa.
También logramos percibir el cuidado de
los familiares como los abuelos, tíos y primos, de quien sentimos el amor y
cariño, pues somos especiales para ellos. Después, nos damos cuenta del cariño
de las maestras y de algunos amigos, con quien sentimos las ganas de platicar y
jugar. En la EBI, los niños conocen lo que Dios habla en Su Palabra y aprenden
lo que Él espera de cada uno de nosotros. El amor de Dios supera a todos los
demás.
El Amor de Dios es superior. Dios envió
a Su Hijo único al mundo por causa del pecado, los compró con Su sangre. Si
aceptamos la fe en Su Hijo, Dios nos toma como hijos también. Aunque tengamos
la naturaleza pecaminosa, heredada por nuestros antepasados, Dios nos da Su
redención y comunión con Él.
Observe Sus palabras para nosotros: “No
me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto
para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo
que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Juan 15:16) El fruto que
Dios quiere de nosotros es la obediencia.
Obedecerle sobre todo y cumplir Sus
Leyes. En la Ley de Dios, Él enfatiza en que debemos honrar a nuestros padres,
siendo hijos de quienes ellos no se avergonzarían. Eso es para toda la vida.
Así, a través de la obediencia, mantenemos la fe y todo lo que necesitemos
podemos pedirlo en el Nombre de Jesús. Y Dios Padre lo concederá.
El amor de nuestros padres suple
las emociones de nuestra alma, pero el amor de Dios completa nuestra Trinidad,
cuerpo, alma y espíritu. Es muy maravilloso tener esa convicción. Y fe, esa es
nuestra riqueza!
Ester Bezerra
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