Los humildes reconocen que necesitan ser orientados por personas más experimentadas. Los padres, abuelos,
maestros pueden ayudarnos y aconsejarnos. Corresponde a cada uno aceptar o no la enseñanza. Para aceptar
tenemos que ser sumisos, eso no significa tolerar ser maltratado, es simplemente lo contrario lo contrario
de la arrogancia, resistencia, rebeldía, soberbia y desobediencia, algunas de las cosas que perjudican a las
personas.
Debemos respetar a las autoridades del país, de la escuela y de la familia, siguiendo las leyes establecidas. Si
para convivir en este mundo debemos seguir perfectamente los consejos de los mayores para no ser punidos,
imaginen con lo que respecta a la espiritualidad. Además de los términos de la fe fundada en el Señor Jesús,
debemos tener interés en saber lo que Le agrada y tener la disposición para obedecer.
“Además, tuvimos padres terrenales para disciplinarnos, y los respetábamos, ¿con cuánta más razón no
estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos? ” (Hebreo 12:9).
El punto de partida es, a través de la fe, creer que Dios existe y que está listo para atendernos conforme
promete en Su Palabra. Eso es posible siendo humilde y teniendo un corazón sumiso para obedecer al
Dios Supremo.
Después de que el pecado entró al mundo, el ser human se inclinó hacia las cosas malas, a todo lo
contrario a la sumisión. Entonces, ¿cómo tener un corazón sumiso? Por medio del bautismo, la vieja
naturaleza humana muere y es sepultada en las aguas y la persona recibe una nueva naturaleza, capaz de
someterse a lo que es correcto. Ese es un requisito para la salvación del alma.
“El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado.” (Marcos 16:16 LBLA).
Además de creer tendrá que ser bautizado, pues la muerte de la vieja criatura nos permite vivir una
nueva vida, o sea, nacer de Dios. Entonces, sacrificamos la voluntad de la carne, permaneciendo lejos de
la injusticia para seguir al Señor, quien es la propia Justicia. La Palabra de Dios es clara: los que no creen
ya están condenados a vivir eternamente en el lago de fuego y azufre.
La vida cristiana es ardua, pero si escogemos una vida con Dios, Su Espíritu nos fortalece para resistir al
mal. A través de la sumisión, conoceremos la Verdadera vida con la protección del Dios Altísimo.