PALABRA
DE LA SRA. ESTER BEZERRA
Cuando
un niño nace no sabe cuidar de sí mismo, depende de una persona mayor que lo
cuide. Necesita a alguien que lo alimente, que lo bañe, que lo cambie y que lo
ayude a dormir. En sus primeros pasos también necesita ayuda, precisa que
alguien lo cuide para evitar que se caiga y se lastime.
En
general, son los padres del bebé quienes se ocupan de satisfacer sus
necesidades. El bebé necesita
estar en contacto con ellos para no enfermarse ya que es el período más frágil
en la vida de una persona. Si nadie cuida al bebé, su vida estará en riesgo.
Por eso nuestros padres se preocupan por nosotros sin importar qué edad
tengamos.
El
Señor Jesús dijo: “Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a
vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a
los que se lo pidan?” (Lucas 11:13 LBLA). Él quiso decir que, si los padres,
que tienen fallas, conocen sus obligaciones, mucho más Dios, que es perfecto,
va a proteger y a guardar a aquellos que confían en Él. Entonces, podemos tener
la certeza de que Dios también quiere tener el derecho de cuidarnos. Él nos
quiere llenar de Su presencia, del Espíritu Santo. Su presencia transformará
nuestras vidas y nos dará coraje para mantenernos en la fe y en el temor del
Señor.
Nunca
estamos solos, nuestro Padre espiritual nos da Su protección y Su amor. Él
quiere que nuestra vida esté completa. El propósito de Dios es estar en
nosotros. Para que cuando pasemos por un momento difícil recordemos que Él está
con nosotros, el Señor Jesús nos guiará por el camino seguro.
Si
queremos que Dios actúe en nuestras vidas, debemos entregarnos a Él con respeto
y obediencia, es así que Su promesa se cumplirá en nuestras vidas.
“El
ángel del Señor acampa alrededor
de
los que le temen y los rescata.”
(Salmos
34:7 LBLA)
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